martes, 20 de enero de 2015

La Inmaculada Concepción – II, 8 de diciembre

Cómo su pureza genera la intransigencia y la combatividad

Plinio Corrêa de Oliveira

Nuestra Señora fue concebida sin pecado original. Ella tuvo una pureza perfecta, sin malas inclinaciones. Por lo tanto, ella tuvo una gran facilidad para corresponder enteramente a la gracia de Dios en todo momento. La grandeza natural y sobrenatural se fusionaban en su alma en una profunda y extraordinaria armonía. Por encima de todas las demás criaturas, ella tuvo el más alto noción de la santidad de Dios y de su correspondiente gloria. Ella conocía y conoce cómo todos los seres creados deben glorificar a Dios.
Como consecuencia, ella también tenía un profundo horror de lo que es opuesto al bien, de lo que es malo. Ella tenía una gran intransigencia contra esos males, un completo rechazo a sus formas más mínimas y una fuerte combatividad en contra de ellos. Es por eso que la Sagrada Escritura se refiere a Nuestra Señora como “terribilis ut castrorum acies ordinata”, un terrible ejército en orden de batalla. La Iglesia también dice que ella sola venció todas las herejías. Para celebrar este hecho, en las estatuas de la Inmaculada Concepción, la Virgen aparece aplastando la cabeza de la serpiente.
La fiesta de la Inmaculada Concepción es, por tanto, en muchos sentidos, la conmemoración de su pureza, su intransigencia y combatividad.
Veamos más de cerca lo que es la intransigencia. Cuando una persona tiene una muy clara noción de lo que es bueno y una comprensión de las más altas expresiones del bien, esa persona sabe que lo opuesto es malo. No es un conocimiento teórico, como el de un científico que analiza un espécimen en un laboratorio, sino un conocimiento que viene de la mano con un gran amor por el bien. La persona reconoce naturalmente lo que es opuesto a ese bien, que es el mal, y odia el mal con una intensidad  proporcionada a la magnitud de su amor por el bien.
Dado que ama los más altos ideales que representa el bien, no puede tolerar lo puesto al bien, porque ve claramente el mal existe en ello. Rechaza el mal no solo en su conjunto, sino en cada una de sus partes. Rechaza el mal no sólo cuando es muy intenso, sino cuando apenas aparece. En esto consiste la intolerancia y la intransigencia.
El espíritu humano está constituido de tal manera que cuando un hombre odia el mal, él aumenta y perfecciona su amor por el bien. En cierto modo, la presencia de algo que él rechaza refuerza su convicción y su amor por el bien. La psicología humana está tan establecida que tal contraste hace que la persona sea más consciente de cómo el bien es bueno. Por ejemplo, nosotros amamos más nuestra vocación contrarrevolucionaria cuando podemos ver concretamente cómo los revolucionarios la odian. Al ver esto, recibimos una confirmación de que estamos tomando la posición correcta.
¿Qué es la combatividad? La combatividad es una consecuencia de la intransigencia. Es tomar una decisión deliberada para destruir el mal que se opone a la gloria de Dios. Es una deliberación tranquila seguida de la utilización de todos los medios que uno tiene a su disposición para lograr ese objetivo. No es una resolución pasajera para luchar durante un solo episodio cuando el mal está atacando al bien, sino que es una determinación permanente aplicada a todos los aspectos del mal y a través de toda la vida de una persona. La persona no descansa hasta que el mal sea destruido.
La verdadera combatividad no descansa hasta que el mal sea reducido a cenizas. En Portugal había una expresión con respecto a la maldad que se aplicaba de diferentes maneras en la antigua Ley portuguesa: El mal debe ser reducido a cenizas por el fuego. Si un hombre cometía un crimen terrible, recibía la sentencia de castigo capital: su cuerpo era quemado y sus cenizas dispersadas en el aire o en el agua. Esa era una aplicación de aquel axioma.
Aquí no estoy abogando a que este castigo sea aplicado a tal o cual persona en tal o cual Estado en la actualidad. Lo estoy tomando como un principio general para ser aplicado a la lucha de las ideas e instituciones. Un hombre malo puede ser muerto, y él desaparece. Pero, ¿quién puede matar una mala idea o destruir una conspiración revolucionaria que se empeña en impedir que Dios reciba la gloria que Él se merece y que la Santa Madre Iglesia realice su misión sobre la tierra? Para esta lucha necesitamos una verdadera combatividad que reduzca la Revolución y a sus cohortes a las cenizas por el fuego. Este tipo de intransigencia y combatividad eran dos atributos de Nuestra Señora que son consecuencias del privilegio de su Inmaculada Concepción.
¿Qué debemos pedirle a la Virgen en este día de fiesta? Debemos pedirle un gran amor a Dios y una alta comprensión de su gloria, que como consecuencia natural nos dará una gran intransigencia y combatividad.

Recuerdo que Santa Teresa de Lisieux se lamentaba de que no podía ser un guerrero y luchar con una espada contra los enemigos de Dios. Esta es el alma de un santo. Ella deseaba luchar por Dios en todos los lugares y en todos los tiempos. Así es como debemos ser. Pidámosle a Nuestra Señora la pureza y combatividad propia a la santidad para que podamos ser sus verdaderos hijos e hijas.

domingo, 19 de octubre de 2014

Nuestra Señora del Rosario – 7 de octubre

Plinio Corrêa de Oliveira

El día de la fiesta de Nuestra Señora del Rosario fue instituida por el Papa San Pío V, en conmemoración de la victoria de la batalla de Lepanto el 7 de octubre 1571 contra los turcos que amenazaban Europa. En 1716, la fiesta se extendió a toda la Iglesia en acción de gracias por la derrota de la Media Luna musulmana en Hungría.
Nuestra Señora del Rosario
La devoción del rosario fue revelada a Santo Domingo por la Virgen. Tuvo su origen, por tanto, en una revelación privada. Y sabemos que tales revelaciones son aborrecidas por los enemigos de la Iglesia – internos y externos. Aunque se trataba de una revelación privada, el rezo del rosario se extendió a toda la Iglesia católica, y fue considerado por San Luis María Grignon de Montfort como la devoción característica de las almas predestinadas.
Antes del Concilio Vaticano II, los hábitos de muchas órdenes religiosas tenían rosarios que colgaban de sus cinturas, y los buenos católicos usaban llevar el rosario con ellos todo el día. Se consideraba no sólo como un elemento para contar los Avemarías, sino como un objeto bendito, el sello de un enlace especial de la persona con la Virgen. Muchas veces, la mera presencia física del rosario repele al diablo y atrae gracias especiales. El rosario se convirtió en el objeto religioso clásico para luchar contra el diablo.
¿Qué es el rosario? El rosario es una serie de mediaciones sobre los misterios de la vida de Nuestro Señor y de Nuestra Señora. Estos misterios son simultáneamente oraciones que uno dice vocalmente y meditaciones que uno hace mentalmente. Esta mezcla de la oración vocal y la meditación es una cosa espléndida, ya que mientras los labios pronuncian una súplica, la mente se concentra en un punto del misterio. Es una actividad dual que a uno lo une íntimamente con Dios.
La práctica de rezar el rosario para pedir una gracia de Dios supone la verdad teológica de que la Virgen es la Mediadora Universal de todas las gracias. Es, por lo tanto, una pequeña obra maestra de espiritualidad y de doctrina católica que debe ser entendida. El rosario no es una costumbre religiosa de confiar en las emociones, sino más bien una práctica piadosa seria, sólida y de meditación, lo que explica por qué el rosario ha obtenido tantas gracias.
Cada misterio del rosario tiene una gracia especial que
corresponde a la meditación. La Anunciación en el
monasterio de El Paular, Madrid
Es muy hermoso y valioso meditar sobre los misterios del rosario, ya que para cada decena, uno contempla una cosa diferente con sus gracias especiales: Hay gracias particulares para el misterio de la Anunciación, otros para la Oración en el Huerto, y otros asociados con la Ascensión de Nuestro Señor. Cada una de las decenas tiene sus gracias especiales, y la persona que medita en todos ellos atrae a su alma el conjunto de las gracias de la vida de Nuestro Señor y de Nuestra Señora. Es una circunnavegación completa que aporta una plenitud sobrenatural al alma de la persona, lo que nos ayuda a comprender mejor la influencia saludable del rosario.
Un católico, cuando piensa y reflexiona sobre las cosas de la fe, debe sacar conclusiones que se acumulan unas sobre otras y constituyen una especie de construcción arquitectónica. Esta debe ser la vida espiritual de un católico. Ello se sigue en conformidad según con la manera en que Dios gobierna el universo. Él juzga sabiamente el peso y la medida de todo. Esta es otra razón por la que el rosario es una excelente devoción.
La crucifixión en el santuario del Buen Jesús, Braga, Portugal
Sabemos que la victoria de la batalla de Lepanto se logró cuando San Pío V interrumpió una reunión con los cardenales en el Vaticano y fue a la ventana y comenzó a rezar el rosario. Él estaba muy preocupado por el futuro de la Iglesia y de la cristiandad que se estaba decidiendo en esas aguas del Mediterráneo. Después de que el pontífice terminó de rezar el rosario, regresó a la reunión y dijo a los cardenales que la flota católica había salido victoriosa. Es decir, tuvo una revelación mientras rezaba el rosario. Fue la forma en que la Virgen le mostró que ella vinculó esa victoria a su rezo del rosario. Al comprender esto, San Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, la cual se extendió a toda la Iglesia en conmemoración por otra gran victoria sobre los musulmanes en 1716.
El hecho de que esta devoción está especialmente vinculada a las victorias sobre los enemigos de la Iglesia y de la Cristiandad nos induce a pensar que el rosario protegerá a todos los que luchan contra los enemigos de la causa católica. Es una devoción que muy probablemente va a perdurar hasta el final de los tiempos, cuando los enemigos de la Iglesia serán más peligrosos que nunca.
Por lo tanto, también durante el castigo predicho en Fátima, la recitación asidua del santo rosario debe ser un factor decisivo de la victoria para los que defenderían la causa católica. Los antecedentes históricos del valor del rosario son una prenda de análogas futuras victorias.
Cuando San Alfonso María de Ligorio estaba ya viejo, enfermo, y en una silla de ruedas, un hermano lego lo paseaba alrededor el claustro de su convento en la noche para que pudiera tomar un poco de aire fresco. En una ocasión San Alfonso le preguntó:

—   ¿Rezaste tu rosario hoy?
—   No lo recuerdo, respondió el hermano.
—   Entonces, recémoslo ahora, dijo el santo.
—   Pero usted ya está muy cansado. ¿Qué diferencia hace que no recemos el rosario por un día? Protestó el hermano.
—   San Alfonso respondió: Si yo no rezo el rosario por un solo día, yo temería por mi salvación eterna.

Esto es lo que un santo dijo. Me gusta este episodio porque nos enseña que debemos hacer exactamente lo mismo. El rosario de todos los días es una gran garantía de la perseverancia final y de la fidelidad por los tiempos que se avecinan, cuando se cumplirán las profecías de Fátima. La victoria en nuestro Lepanto cotidiano está vinculada con el rezo del rosario.

Pidámosle a Nuestra Señora del Rosario que bendiga esta intención de rezar el rosario todos los días y nos dé la gracia de hacerlo todos los días y siempre.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Nuestra Señora de la Salette - 19 de septiembre

Plinio Corrêa de Oliveira

El 19 de septiembre de 1846, Nuestra Señora se apareció a dos pequeños pastores, Maximin Giraud y Melanie Calvat. La bella señora, como los niños la llamaron, se apareció en una actitud de profunda tristeza pidiendo oraciones y penitencia para ayudarla a impedir que el brazo [castigador] de su Hijo caiga sobre la humanidad. Nuestra Señora también reveló a los pastorcillos un secreto. Puesto que esta aparición ocurrió en una montaña llamada La Salette en la diócesis de Grenoble, Francia, pronto se difundió en todo el mundo una nueva invocación a la Virgen: Nuestra Señora de la Salette.
Han ocurrido tres apariciones importantes de Nuestra Señora en los últimos 150 años: La Salette, Lourdes y Fátima. En todas ellas la Iglesia reconoció la autenticidad de las apariciones y las aprobó instituyendo una fiesta en conmemoración de ellas. En cada una de las tres apariciones Nuestra Señora dejó un secreto.
En todas ellas, la Virgen se manifestó profundamente triste por el estado de la humanidad, y predijo un enorme castigo que vendría en un momento elegido. Por lo tanto, en los últimos 150 años la Virgen ha adoptado una posición muy similar a la de los contrarrevolucionarios.
Todos ustedes saben que los miembros del alto y bajo “clero”, así como los laicos “católicos” están muy felices y piensan que todo va muy bien. Si les decimos a esas personas que se está preparando un castigo para la humanidad, ellos responden que eso es un absurdo. Ellos afirman que la religión está experimentando un progreso extraordinario.
Al lado de esas personas, vemos que todo es sombrío y triste. Para ellos nosotros desempeñamos el papel de hipocondríacos pesimistas que no encajan en la atmósfera alegre, despreocupada de nuestros días y que siempre difunde una opinión optimista y positiva acerca de todo.
Nuestro papel es difícil, porque siempre es difícil prever y anunciar castigos para una humanidad que se ha volcado hacia el disfrute de la vida. No es de extrañar que muy poca gente esté dispuesta a creer y seguir nuestras perspectivas políticas y religiosas con respecto a los eventos; lo que demuestra cada vez un mayor triunfo de la Revolución. Ellos no quieren oír hablar del gran castigo que Dios está preparando. Dado que Nuestra Señora misma trajo tres mensajes importantes que no fueron aceptados, no es de extrañar que nuestro apostolado también no sea bien recibido.
Esto es característico de todas las épocas que toman el camino errado. Cuando la gente oye a alguien decirles que van por el mal camino, no escuchan. Por esta razón, los grandes castigos vendrán. Si las personas escucharan, ellos se convertirían y el castigo sería evitado. Es precisamente porque no abren sus almas para el mensaje que la catástrofe se hace inevitable. El hecho de que ellos no crean en los mensajes de la Virgen es la prueba de que dichos mensajes se cumplirán.
Alguien podría objetar: han pasado más de 150 años y nada ha pasado. ¿Cómo es que se han cumplido esos mensajes?
Yo sostengo que en ovo (en semilla) esos grandes castigos ya han comenzado. Nuestra Señora se apareció en La Salette en 1846; en 1870 comenzó la guerra franco-prusiana como resultado de la rivalidad entre Francia y Alemania. Esta rivalidad alcanzó su apogeo en 1914 y fue la más profunda causa para la I Guerra Mundial como también para la II Guerra Mundial. Las luchas de la II Guerra Mundial todavía no se han resuelto completamente y la perspectiva de una III Guerra Mundial se encuentra en el horizonte. Una posible III Guerra Mundial con su apocalipsis nuclear podría muy bien ser el comienzo del gran castigo predicho en La Salette y Fátima.
Los grandes castigos de Dios desafían la paciencia de los pocos que permanecen fieles. El ejemplo más característico fue el diluvio donde todo el mundo se reía de Noé que construía su arca a la espera de un gran castigo. Le tomó 100 años completar su trabajo, y luego vino el diluvio. En ese tiempo Noé podría haber caído en la tentación de pensar que se había equivocado y que la gente que se reía de él estaba en lo cierto. Pero Noé no dudó. Se mantuvo fiel al mensaje que recibió de Dios y siguió preparándose para el castigo. El hecho de que haya tomado un largo tiempo no significaba que el castigo no iba a venir; más bien, significaba que sería un enorme castigo.
Nuestro Señor predijo que el templo de Jerusalén sería destruido. Cuando Él murió, un terremoto sacudió sus pisos y el velo del Templo se rasgó por el medio. Algunas paredes quedaron dañadas, pero el templo se mantuvo de pie. Pasaron décadas y la profecía no se cumplía. Varias veces los fieles de Jerusalén pensaron que las señales estaban maduras para el castigo y huyeron a las montañas, como Nuestro Señor les había aconsejado que hicieran. Sin embargo, no pasó nada y volvieron a su vida normal, tal vez un poco desanimados.
40 años después de la muerte de Nuestro Señor, y aparentemente por casualidad, un soldado del ejército de Tito lanzó una antorcha en una de las ventanas laterales del templo. Un fuego comenzó y se extendió rápidamente, envolviendo todo el edificio. Entonces, en verdad, ni una piedra se mantuvo por encima de la otra —“no quedará piedra sobre piedra”—, justo como Nuestro Señor lo había predicho. Después, el Templo nunca fue reconstruido.
Debemos estar convencidos de que hemos sido elegidos para estar entre los pocos que escuchan la voz de Nuestra Señora y que esperan por el castigo que ella predijo. Estos queridos electos deben dar prueba de su amor. Ellos deben dar prueba de su fidelidad antes de que se cumpla la palabra de Dios. Esta es la situación en que estamos. No sé cuántos años hay que esperar para las promesas de La Salette y Fátima, que se deberán cumplir. A veces pensamos: “Ahora sí que viene, porque es imposible que la situación sea peor”. Pero, no viene. Los cielos tempestuosos sólo dejan caer unas gotas de lluvia y las nubes se disipan. Una vez más el cielo se vuelve tormentoso...  y la gente se ríe de nosotros. Debemos recordar a Noé. Cuando la lluvia finalmente cayó, fue el diluvio.
Confiar contra todas las apariencias y creer después de todos los retrasos es lo que Dios pide de aquellos que Él eligió para hacer su alianza. Esta es la gran enseñanza de La Salette. Este es el espíritu que debemos pedir a recibir en el día de Nuestra Señora de La Salette: tener una confianza ciega en su promesa y estar seguros de que su cumplimiento vendrá.

Aquí dejamos un video con parte del contenido del mensaje de La Salette. El video lamentablemente omite las graves palabras de la Santísima Virgen que dicen: “Roma perderá la fe y se convertirá en la sede del AnticristoLa Iglesia será eclipsada”

lunes, 15 de septiembre de 2014

8 de septiembre, fiesta de la Natividad de Nuestra Señora

Plinio Corrêa de Oliveira

Podemos medir la inmensa finura de la Iglesia con respecto a todo cuando consideramos que el único santo con una fiesta especial para su cumpleaños es nuestra Señora. No estamos considerando Navidad, por supuesto. La Natividad de Nuestra Señora corresponde al culto de hiperdulía que la Iglesia reserva para ella.
La glorificación de María por Fray Angelico
La Iglesia reserva el culto de latría o adoración, sólo a Dios; para nuestro Señor Jesucristo, que es el Verbo encarnado. El culto de dulía o veneración, la Iglesia lo asigna a los santos. Pero con respecto nuestra Señora la Iglesia tiene un culto que no es ni el simple culto de dulía ni el supremo culto de latría, sino que el culto de hiperdulía, que es una veneración superior que no tiene paralelo o similitud con ninguna otra.
 Por lo tanto, tenemos una fiesta que celebra el cumpleaños de la Santísima Virgen, una de las muchas fiestas que la Iglesia reserva para ella.
 Análogamente, debido a su singular virtud, la Iglesia admite que en una iglesia pueda haber más de una imagen de la Virgen en un mismo altar, una norma que no se aplica a ningún otro santo. De esta manera ella da a entender que la Virgen no tiene comparación con ninguna otra criatura. Es una forma litúrgica para enseñar la verdad teológica de que Ella es la Madre de Dios.
 La fiesta del día de la Natividad de Nuestra Señora nos lleva a preguntar: ¿Qué ventaja trajo su nacimiento para la humanidad? ¿Y por qué la humanidad debe celebrar su natividad de manera especial?
 En el orden de la naturaleza, nuestra Señora fue concebida sin el pecado original, dándole un singular e incomparable valor. Ella fue un lirio de incomparable belleza que apareció en la noche de esta tierra de exilio. Ella también tuvo todos los dones psicológicos naturales que una mujer pueda tener.  Dios le dio la personalidad más rica que se pueda imaginar. A esto, Él le añadió dones del orden sobrenatural, los tesoros de gracias que le eran suyos. Ella recibió las más preciosas gracias que Dios ha concedido a ninguna criatura.
La Natividad de la Virgen por Andrea di Bartolo
Puesto que no tenía el pecado original, Ella tuvo pleno uso de la razón desde el momento en que fue concebida. Por lo tanto, ya en el seno materno, nuestra Señora tuvo pensamientos muy elevados. El seno de Santa Ana fue para ella una especia de templo. Allí Ella ya estaba intercediendo por la raza humana y comenzó a suplicar ―con la más alta sabiduría que fue un don de Dios― por la venida del Mesías. En realidad, Ella estaba influyendo en el destino de la humanidad como una fuente de gracias. La Escritura nos dice que la túnica que vestía nuestro Señor era una fuente de gracia que curaba a quien la tocaba; siendo así, podemos imaginar cómo nuestra Señora, la Madre del Salvador, fue una fuente de gracias para cualquiera que se aproximaba a Ella, incluso antes de Ella nacer. Por esta razón, podemos decir que en su natividad, gracias inmensas comenzaron a brillar para la humanidad y el demonio comenzó a ser aplastado. Ella percibió que el cetro del demonio se había agrietado y que nunca sería el mismo otra vez.
 En el momento de su nacimiento, el mundo estaba sumido en el más radical paganismo. Los vicios prevalecían, la idolatría dominaba todo, la abominación había penetrado la religión judía, que era un presagio de la religión católica. La victoria del mal y del demonio parecía casi completa. Pero en cierto momento, Dios y su misericordia, decretaron que nuestra Señora debía nacer. Este fue el equivalente al comienzo de la destrucción del reino del demonio.
 Nuestra Señora era tan importante que su nacimiento marca una nueva era en la Antigua Alianza. La historia de la Antigua Alianza fue una larga espera por la venida del Mesías. Después del pecado original de nuestros primeros padres, la humanidad tuvo que esperar 3000 o quizás más años por el Mesías. Pero en cierto bendito momento, la divina Providencia dispuso que debía nacer una mujer que merecería la venida del Mesías. Su natividad representa la entrada en el mundo de la criatura perfecta que encontró gracia delante de Dios y tuvo el mérito suficiente para poner fin a esta larga espera.
María mediadora por Van Eyck
Todas las oraciones, sufrimientos y fidelidades de los hombres justos vivos y muertos alcanzaron su cúspide con la llegada de la Virgen. Hubo patriarcas, profetas, hombres justos entre el pueblo elegido y ciertamente algunos hombres justos entre los gentiles que habían rezado, sufrido, y esperado; nada de esto fue suficiente para atraer la llegada de la Redención. Pero cuando Dios lo quiso, Él hizo que la criatura perfecta naciera para ser la Madre del Salvador. Por lo tanto, la entrada de esta primorosa criatura en el mundo marca el presagio de la Redención. Las relaciones entre Dios y el hombre comenzaron a cambiar, y las puertas del cielo que habían sido herméticamente cerradas fueron semi abiertas, permitiendo que pasara la luz y la briza de la esperanza.
 Su nacimiento representa la entrada en el mundo de una nueva gracia, una nueva bendición, una nueva presencia que fue un incomparable presagio de la presencia, bendición y gracia que vendría con el Salvador.
 Por todas estas razones, la Fiesta de la Natividad de Nuestra Señora debe ser de las más queridas para nosotros. Es el evento que anuncia la caída del paganismo.
 Puesto que somos hijos de la Virgen, no por nuestros propios méritos, sino por su elección, en este día podemos pedirle a Ella una gracia especial. Muchos místicos que tuvieron visiones de nuestra Señora dijeron que en sus días de fiesta Ella visita el purgatorio para liberar un gran número de almas que Ella lleva consigo al cielo. Lo que pasa con la Iglesia purgante (el purgatorio) nos da una idea de lo que ocurre con la Iglesia militante. En estos días de fiesta su gracia nos envuelve y gana innumerables favores para nosotros.
 Sugiero que en su natividad cada uno de nosotros le pidamos las gracias que necesitemos. Pero también sugiero que como contrarrevolucionarios, le pidamos que nos dé el amor y el deseo ardiente por el Reino de María similar al deseo que Ella sentía por el Mesías. Un deseo sabio y reflexivo que limpie nuestras almas de todo apego a este mundo revolucionario y nos permita ser sus instrumentos para la destrucción de la Revolución y la implantación de su Reino.


Tomado de TIA

martes, 11 de junio de 2013

¿Por qué el sábado está dedicado a la Santísima Virgen?


Plinio Corrêa de Oliveira

Sabemos que el viernes es el día que nos recuerda la muerte de Nuestro Señor, y el domingo recuerda su Resurrección. La pregunta que surge es: ¿Por qué el sábado está dedicado a la Virgen? He recibido la siguiente información que transmito a Uds. y luego la comentaré.

Selección biográfica:

Nuestra Señora sola mantuvo la fe
en la Resurrección
La devoción a la Virgen recibió un fuerte impulso a principios del siglo X con la reforma monástica que dio forma a la civilización medieval.

Después de esa época se hizo costumbre general dedicar el sábado a la Virgen. San Hugo, abad de Cluny, ordenó que en las abadías y monasterios de su orden, los sábados se cantara el Oficio y se celebrara una Misa en honor de la Santísima Virgen María. Una misa especial fue compuesta en su honor para esas ocasiones. Para el Oficio Divino regular, el Papa Urbano II añadió el Pequeño Oficio de la Virgen para ser cantado los sábados.

Hay muchas razones de por qué el sábado debe estar dedicado a la Virgen Santísima. Las más conocida surgió a partir de la particular devoción que tenía el hombre medieval a la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Los Evangelios nos dicen que después de la muerte de Nuestro Señor, los Apóstoles, los discípulos y las santas mujeres no creían en la Resurrección, a pesar de que Nuestro Señor la había predicho varias veces.

Sin embargo, desde la hora en que Nuestro Señor murió en la cruz el Viernes Santo hasta el Domingo de Resurrección, sólo la Virgen creía en su divinidad y, por lo tanto, sólo ella tenía una fe perfecta. Porque, como dice San Pablo: “Sin la resurrección nuestra fe sería vana”. En ese sábado, por lo tanto, en toda la tierra fue sólo Ella quien personificó la Iglesia Católica. Por esta razón el hombre medieval la honraba especialmente en este día.

Comentarios del Prof. Plinio:

Esta explicación no podía ser más hermosa. Creo, sin embargo, que es una exageración decir que las Santas Mujeres y el apóstol San Juan perdieron la fe en ese día. Pero, ellos no tenían fe en la Resurrección.

Las santas mujeres no podían concebir la
Resurrección del Señor
A pesar del hecho de que Nuestro Señor les habló de su Resurrección en varias ocasiones, ellos no la comprendieron completamente. En efecto, una resurrección es una cosa tan extraordinaria, tan opuesta al orden natural, que la mente humana no se inclina a creer en ella. A pesar de que el Señor había resucitado a Lázaro —y ellos habían sido testigos de ese milagro— ellos no se dieron cuenta de que Quien había resucitado a Lázaro podía resucitarse a sí mismo.

Es casi inconcebible que un hombre resucite un muerto y, sin embargo, es más difícil imaginar que un muerto se resucite a sí mismo. ¿Cómo puede un hombre —por su propio poder— levantarse desde el abismo de la muerte y decirle a su propia alma: “Ahora, vuelve a entrar en tu cuerpo y se uno con él?”. Esto exige un poder mucho mayor que el que se necesita para resucitar a un muerto. Es una victoria sobre el otro, un esplendor multiplicado por otro, una cosa, normalmente hablando, que la mente humana no puede imaginar.

Podemos entender, por tanto, cómo los estaban junto a la Virgen al pie de la Cruz —San Juan, las Santas Mujeres y algunos otros, como Nicodemo— también la acompañarían a su casa en esa hora de dolor supremo. Pero ellos no creyeron verdaderamente que Cristo iba a resucitar de la muerte. Nuestra Señora conocía y confiaba en que Él se levantaría de la muerte; los otros no.

Aun cuando ellos tenían un instinto sobrenatural que les decía que la historia de Nuestro Señor no había aún terminado, y que todavía quedaba la última palabra por decir, sólo la presencia de la Virgen los confirma en este instinto, no su fe en la Resurrección. Sin este instinto y sin la Virgen, ellos se habrían dispersado completamente. Cuando los Evangelios relatan la reacción de Santa María Magdalena hablando con el Señor después de Él haber resucitado, muestran que ella no esperaba que Él resucitaría.

En su mayor desolación, Ella nunca perdió la
esperanza en la promesa
Durante este período, sólo la Virgen creyó en la Resurrección. Sólo Ella tenía la fe plena. En toda la faz de la tierra Ella era la única criatura con la plena fe, la más perfecta fe sin ninguna sombra de duda. Incluso en el inmenso dolor que Ella sufrió por el pecado de deicidio, Ella tenía absoluta certeza de esta verdad. Serena y tranquilamente mientras Ella esperaba la hora de la victoria que se acercaba. Esto le daba una alegría inmensa en medio de sus penas.

Dado que la fidelidad es necesaria para el mundo no se acabe, se puede decir que, si Ella no hubiera sido fiel en esa ocasión, el mundo habría terminado. Si la verdadera fe hubiese desaparecido de la faz de la tierra, entonces la Divina Providencia habría acabado con el mundo. Por lo tanto, es por causa de su fidelidad que historia continuó y las promesas del Antiguo y Nuevo Testamento que afirmaban que el Mesías reinaría sobre toda la tierra y sería el Rey de la Gloria y el centro de la historia, tuvieron continuidad. Esas promesas no habrían podido cumplirse sin la fidelidad de la Virgen en ese período.

Todas esas promesas vivían en su alma. Ella se convirtió en el portal de todas las esperanzas en el futuro. En su alma, como una semilla, estaba toda la grandeza que la Iglesia Católica desarrollaría a través de los siglos, todas las virtudes que practicarían los santos.

Por lo tanto, podemos decir que esas horas de la vida de la Virgen son particularmente hermosas, tal vez las más hermosas de su vida. Uno podría preguntarse si ese tiempo de fidelidad era aún más hermoso que el período en que Nuestro Señor vivió en su seno como en un tabernáculo. ¿Era más hermosa que ella llevara al Mesías en su cuerpo, o abarcar la Santa Iglesia, el Cuerpo místico de Cristo, en su alma? Esta es una pregunta que puede ser discutida.

Es en la noche que es bello creer en la luz
Su fidelidad nos recuerda las palabras de Edmond Rostand en su Chantecler: “Es por la noche que es hermoso creer en la luz”. Creer en la luz al mediodía no tiene ningún mérito particular. Pero creer en la luz en la hora más oscura de la noche, cuando se tiene la impresión de que todo se sumió en la oscuridad para siempre, es realmente una cosa hermosa.

Nuestra Señora creyó en la luz en esa terrible noche mientras sostenía su cuerpo muerto en su regazo, mientras lo prepara con los aceites perfumados para el sepulcro, mientras tocaba las heridas de su cuerpo que daba testimonio de la derrota tremenda. Incluso entonces Ella creyó en la Resurrección, y Ella hizo un tranquilo acto de fe. Ella consideraba todas esas heridas de poca importancia; Él había prometido que resucitaría de la muerte, y lo haría. Ella creía. Ella no tenía la menor duda.

Este es sin duda uno de los momentos más hermosos de su vida. Desde que esto ocurrió en el Sábado Santo, entendemos por qué la Iglesia eligió el sábado para conmemorar a la Virgen. Hasta el fin del mundo, todos los sábados se consagran a Ella. Es justo. Ello cumple la profecía en el Magnificat: “Todas las generaciones me proclamarán bienaventurada”.

Aplicación para nuestra lucha

Todos los sábados tiene el contra-revolucionario el derecho de pedir a la Virgen que tenga piedad especial sobre él, porque él recibió una misión análoga a la de Ella. De hecho, vivimos en un tiempo que está en la plena oscuridad de la noche. Sabemos que la Iglesia Católica es inmortal, pero, humanamente hablando, la Iglesia tradicional ha desaparecido. Además, en casi todas las esferas de la actividad humana, sólo vemos corrupción y miseria. A nuestro alrededor la inmoralidad, la rebelión, la abyección, el egoísmo, la ambición, el fraude y el reinado de la desesperación. Todo atestigua la muerte casi completa de la civilización cristiana.

Hay, sin embargo, un vaso de elección, un vaso que la Virgen escogió para que sea de gloria y honor, un vaso la castidad y fidelidad. En este vaso Nuestra Señora recogió el sentido católico del pasado, su devoción, el amor por todas las tradiciones católicas abandonadas por otros. Ella también en este vaso la esperanza y la certeza de su Reino. Es el vaso de la Contra-Revolución. En esta terrible noche, por las bendiciones de la Virgen, el alma del contra-revolucionario es un vínculo entre el pasado y el futuro.

Aquel que pertenece a este remanente cree en su promesa. Él tiene la certeza de que el Corazón Inmaculado de María triunfará. Esta certeza le da tranquilidad en medio de los mayores sufrimientos, que es una posición de alma similar al que Nuestra Señora tuvo el Sábado Santo.

Hasta que llegue el reinado de María, vivimos en un largo Sábado Santo en el que todo lo que amamos está en el sepulcro; despreciado, odiado y abandonado por completo. No obstante, tenemos la certeza de que la victoria será nuestra. Ella nos escogió para ser sus contra-revolucionarios, para repetir e imitar su fidelidad en nuestros tristes tiempos.

Esta es la oración que podríamos recitarle los sábados: Oh Corazón Sapiencial el Inmaculado de María, haz mi corazón semejante al tuyo. Cuando todo lo que me rodea afirma lo contrario, cuando el mundo parece derrumbarse, las estrellas caen del cielo y las columnas de la tierra se desploman, incluso en esta calamidad, dadme la serenidad, la paciencia, el celo apostólico y el coraje de decir: Al fin tu Corazón Inmaculado triunfará.

martes, 19 de febrero de 2013

Nuestra Señora de Lourdes – 11 de febrero

Plinio Corrêa de Oliveira


La historia de Lourdes, donde la Virgen se apareció a Santa Bernardita Soubirous, es rica en lecciones para nosotros. Una lección es sobre el sufrimiento. Vemos en Lourdes dos actitudes de la Divina Providencia en lo que respecta al sufrimiento humano que pueden parecer contradictorias.

Por un lado, lo que más llama la atención es que en Lourdes, Nuestra Señora tiene piedad de los hombres, escucha sus peticiones, y hace maravillas para liberarlos del dolor y las enfermedades que padecen. Además, Nuestra Señora tiene piedad de las almas, y para demostrar que la fe católica es la única religión verdadera, a menudo hace milagros espirituales de conversiones. Al hacer milagros, tanto físicos como espirituales, Ella demuestra que es nuestra Madre que nos ama y nos quiere liberar del sufrimiento aquí y en la eternidad.

Por otro lado, vemos algo más en Lourdes. Un gran número de enfermos van a Lourdes y vuelven sin ser curados. ¿Por qué la Virgen cura a algunas personas y a otras no? De hecho, hay una importante lección para nosotros en las curaciones que Ella no da, y tal vez el más grande milagro de Lourdes se encuentra precisamente en esto.

Para la gran mayoría de las personas, el sufrimiento es indispensable para su propia santificación. Por lo tanto, las enfermedades y los problemas que sufren son necesarios. Es a través de las enfermedades y tribulaciones espirituales que se santificarán. Aquel que no entiende el papel del sufrimiento y el dolor en provocar el desapego, la conversión, y el amor de Dios, no entiende lo que es en realidad la vida espiritual.

San Francisco de Sales afirma que el sufrimiento es el octavo sacramento. Es tan indispensable que él creía que nadie podía salvarse sin él. El cardenal Pedro Segura, arzobispo de Sevilla, que era un admirable católico español, me habló una vez acerca de una conversación que tuvo con el Papa Pío XI.

Pío XI se jactó ante él diciéndole que nunca había estado enfermo. El cardenal le dijo: “Así que, Su Santidad no tiene el signo del alma elegida”. El Papa se sorprendió, pero el cardenal Segura fue firme: “No hay un alma predestinada que no sufra profundamente de enfermedad al menos una vez en su tiempo de vida. Si Su Santidad nunca ha tenido ningún problema de salud, usted no tiene el signo de los elegidos”. Algunos días más tarde, Pío XI tuvo un fuerte ataque al corazón. Desde su cama, escribió un mensaje al cardenal Segura, diciéndole: “Eminencia, ahora también yo tengo el signo de los elegidos”.

Estoy de acuerdo con el cardenal Segura de que el sufrimiento ya sea físico o moral es el signo del alma elegida.

Ahora bien, la Virgen obraría en contra de la salvación de las almas si quisiera curar todas las enfermedades. A veces lo hace, porque es para el bien último de esa persona que es aliviada del sufrimiento. Pero normalmente no es oportuno. Esta es la razón de por qué la Virgen, que es la Madre de la Misericordia, permite el sufrimiento para algunas almas, porque es indispensable.

Pero Nuestra Señora también hace otra cosa que es muy hermosa. A los enfermos que ella no cura, les da una profunda conformidad a la voluntad de Dios y la aceptación de sus sufrimientos. Nunca he oído hablar de una persona que hubiese estado en Lourdes y no fue curada que se enojó y se rebeló contra Dios. Por el contrario, las personas que van allí regresan con una resignación enorme, feliz de haber estado en Lourdes y visto a otras personas que se curan.

Además, hay numerosos casos de personas que viajan largas distancias, llegan a Lourdes, y son testigos de otras personas que están sufriendo mucho más que ellas y tienen más necesidad de ser curadas. Al ver esto, ellos piden a la Virgen que curen a esas personas en lugar de ellos mismos. Es decir, una persona que voluntariamente acepta su sufrimiento en beneficio de otro. En mi opinión, esto también es un milagro. Es la renuncia a su amor propio por el amor a Dios y al prójimo. Porque el que una persona renuncie al egoísmo humano es tal vez un milagro más grande que la cura de las enfermedades y las conversiones.

En Lourdes, hay un convento de carmelitas contemplativas hermanas que ofrecen sus vidas para ganar gracias por la curación del cuerpo y del alma de los peregrinos que van allí. Estas monjas nunca piden alguna cura para sí mismas, y aceptan todas las enfermedades, a cambio de la cura de los demás. Sufren enormemente, y a veces mueren antes de tiempo, con el único objetivo de su vida de hacer el bien a los demás.

Cuando miramos a nuestro alrededor a los demás hombres, en la naturaleza humana corrompida por el pecado original, entendemos cómo este tipo de abnegación  entra violentamente en conflicto con los intereses humanos normales. Este tipo de sacrificio provoca horror a nuestro egoísmo humano. Entonces pensemos en ello, tomemos en cuenta de la existencia misma de esas monjas y peregrinos que aceptan el sufrimiento por los demás es, en sí mismo, un milagro. Un milagro que es mayor que las curaciones que se realizan en Lourdes. Es este el tipo de milagro de generosidad el que gana el cielo para las personas que se curan.

El objetivo principal del amor de Nuestra Señora, que vela por nosotros en cuerpo y alma, es llevarnos a Dios y al cielo. Esto es lo que Ella más desea para nosotros.

La lección más grande de Lourdes, entonces, es la aceptación del sufrimiento, ya sea una enfermedad física o una pena moral, si es necesario para nuestra salvación. Es muy difícil llevar la cruz del sufrimiento con resignación. Sí, realmente lo es. Pero en tales casos, tenemos el ejemplo divino de Nuestro Señor en el Huerto de los Olivos que oró diciendo: “Padre, si quieres, has que pase este cáliz de mí; empero no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lucas 22, 42). Esta es la posición que debemos tener ante nuestros sufrimientos particulares. Si no es posible retirar el cáliz, “que no se haga mi voluntad, sino la de Él”. Una gracia vendrá para consolarnos, como el ángel que vino a consolar y dar fortaleza a Nuestro Señor.

Fuente: TIA

sábado, 2 de febrero de 2013

Fiesta de Nuestra Señora del Buen Suceso y de la Purificación - 2 de febrero


Plinio Correa de Oliveira
Santo del Día[i]

¡Nuestra Señora del Buen Suceso! ¡Nuestra Señora de la Purificación! ¿Qué se puede decir acerca de estas dos invocaciones? ¿En qué sentido el día de la fiesta del Buen Suceso se relaciona a la Fiesta de la Purificación? ¿Y cómo pueden estas invocaciones ser entendidas en relación con nuestra lucha en los tiempos actuales?

De acuerdo con el precepto del Antiguo Testamento, una madre después de 40 días del nacimiento de su hijo, tenía que ir al templo a presentarse para ser purificada y llevar a su niño para ofrecerlo a Dios. Este era un precepto que observaba toda buena madre israelita. Era, además, una hermosa ley que reflejaba la santidad de Dios.

La Presentación en el Templo
Un niño nace en medio de los peligros que acompañan a cada gestación. Pero, finalmente, nacía. ¡Oh, que dichoso suceso! Tan pronto como la madre se recupera lo suficiente como para viajar, ella tomaba al niño e iba al Templo. Ella iba y presentaba su hijo a Dios porque Él fue quien lo creó de manera que podía ser ofrecido a Dios y vivir para él. La Ley Antigua hizo que esta presentación fuese obligatoria.

Debido a que Ella no tenía pecado original, la Virgen estaba por encima de la Ley Antigua. Del mismo modo, el Señor, que es Dios, no estaba sujeto a la ley que Él mismo había promulgado. El legislador es superior a la ley. Así que, en principio, Él no estaba obligado a ir, y la Virgen no estaba obligada a llevarlo al Templo de Jerusalén. Pero Ella quiso hacerlo. Ella quiso hacer esto por respeto a la ley, por respeto a la tradición. Ella, porque amaba la tradición y animada por su intenso amor por Dios, tomó a su Hijo, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, y lo llevó al Templo de Jerusalén.

Además, tenemos la historia de los Evangelios sobre ese episodio en el Templo. Es Dios encarnado que entra en el templo construido a adorarlo. Incluso si el Templo hubiese sido mucho más espléndido de lo que fue el Templo de Jerusalén, aún así no habría sido suficiente para que el Dios encarnado entrarse. Esa fue la mayor hora, la hora bendita, la hora perfecta. Nunca antes en su historia [la historia del Templo], la presencia de Dios fue tan intensa y completa en que el Templo como lo fue en esa hora. Se puede decir que en ese momento, los ángeles llenaron el Templo y comenzaron a cantar para celebrar el solemne momento. Nuestra Señora entró sosteniendo en sus brazos a nuestro Señor. Sin embargo, casi nadie se dio cuenta de la magnitud del evento.

La decadencia religiosa del pueblo elegido era grande en esa época. Los fieles estaban divididos en dos corrientes principales: Unos querían adaptarse a la influencia greco-romana que dominaba el mundo temporal. Eran los Saduceos, en muchos puntos análogos a los progresistas de los días presentes. La otra corriente pretendía seguir el influyente partido de los Macabeos y mantener las antiguas tradiciones de Israel. Pero, por desgracia, esta buena intención inicial se había desviado, y la mayoría de este grupo estaba simplemente practicando una religión de fórmulas y ritos, vacía de toda alma. Ellos eran los fariseos, en muchos puntos, similares a algunos falsos tradicionalistas de nuestros días. Treinta años más tarde, los jefes de los fariseos que se rebelaron en contra de la doctrina de nuestro Señor, fueron los que dirigieron el complot para crucificarle.

En la época en que nació nuestro Señor, ambas corrientes estaban muy lejos del camino de Dios. El templo estaba lleno de puestos de personas que hacían negocios de todo tipo. Casi todo estaba en ruinas, era una verdadera decadencia moral.

El profeta Simeón recibió al Niño y lo
reconoció como el Mesías
Entonces, Aquel que es el Autor de todas las cosas entró en esas ruinas espirituales. Y esos hombres de ruina no percibieron quién era Él. Él fue a cumplir el ritual de la presentación, y un profeta, Simeón, que fue el profeta elegido por Dios para este acto de recibir al Hijo de Dios en el Templo, salió a su encuentro. Al recibir al Divino Niño en sus brazos, pronunció las palabras de aquel cántico: Nunc dimittis servum tuum Domine...

“Ahora, podéis despedir a vuestro siervo en paz, oh Señor, conforme a tu palabra.
 Porque mis ojos han visto mi salvación,
 que habéis preparado ante todos los pueblos,
 una luz de la revelación para los gentiles, y la gloria de tu pueblo Israel”.

Nuestra Señora, llena de júbilo, escuchó estas palabras de aquel anciano, que parecía llevar una vida amarga por una promesa que aún no se había realizado. La promesa de Dios era que él iba a ver al Mesías antes de morir. Entonces, cuando él ve al Mesías llegar, exclamó: “Ahora, Señor, puedo morir en paz, porque mis ojos han visto al Salvador.

Él los bendijo, y le habló a la madre acerca del futuro del niño. Él profetizó la Gloria y la Cruz. Él dijo: “He aquí que éste está puesto para la ruina y resurrección de muchos en Israel, y como un signo de contradicción”.

La profetisa Ana también cantó las glorias del Niño. Por inspiración divina, Simeón y Ana dieron a conocer lo que hasta entonces sólo San José y María y algunos pocos sabían: que Él era el Hijo de Dios.

Nuestra Señora del Buen Suceso
¿Cuál es la relación de este evento con Nuestra Señora del Buen Suceso? ¿De qué se trata este buen suceso? Se trata de un acontecimiento digno de mención, algo que exige atención, sacrificio y dedicación, y que da un buen resultado. Cuando este resultado es bueno, se dice que es un buen suceso. Hubo mucho buen suceso en el nacimiento de Nuestro Señor: la gestación de la Virgen fue perfecta, fue seguida por un parto bendito y feliz, y el niño era sano y perfecto. Por lo tanto, para conmemorar tal buen suceso y cumplir con el precepto de la purificación, la Virgen que lo llevó al templo.

En el más amplio sentido de la palabra, un buen suceso se aplica también a todos aquellos que llevan a cabo una labor ardua, que asumen una gran responsabilidad, que desean hacer cosas difíciles para alcanzar el resultado por el que están luchando. Cuando sus esfuerzos se llevan a cabo con el buen resultado deseado, tienen un buen suceso. La Virgen es la patrona de todos los que buscan un buen suceso en el servicio de su causa.

Los Sres. puede ver cómo ello es apropiado para nuestros días, cómo aquellos que trabajan y se esfuerzan en la oscuridad de la noche del neopaganismo de nuestros días y que verán el sol del Reinado de María, legítimamente podrán llamar al resultado, un buen suceso. ¿Acaso no se puede decir que la Virgen del Buen Suceso será la patrona tan felizmente elegida de la hora en que el Reino de María por fin nazca sobre la Tierra?

Publicado originalmente en TIA
Véase también: Preguntas básicas sobre Nuestra Señora del Buen Suceso



[i] Los Santos del Día eran unas breves reuniones en las que el Prof. Plinio ofrecía una breve reflexión o comentario relacionado con el santo o la fiesta religiosa que se celebrara en aquel día.